Hecho es mejor que perfecto – Sheryl Sandberg, Chief Operating Officer de Facebook
La frase «hecho es mejor que perfecto» es una de las máximas que forman parte de la filosofía de empresa de Facebook; es un término que se ha oído a Mark Zuckerberg en alguna ocasión pero que, realmente, se atribuye a Sheryl Sandberg, responsable de operaciones de la compañía y está sacado de su libro Lean In.
Esta cita define, especialmente bien, uno de los aspectos clave a los que se enfrenta cualquier startup: el producto mínimo viable.
La importancia del producto mínimo viable
El MVP (Minimum Viable Product), acrónimo en inglés de producto mínimo viable, es uno de los hitos clave que señala Eric Ries dentro de la metodología Lean Startup; un producto barato y rápido de diseñar que permite a las startups validar su modelo de negocio y, lo más importante, aprender de la reacción de sus usuarios.
Teóricamente, toda startup parte de una base similar: su producto o su servicio solventa un problema real que tienen los usuarios.
Evidentemente, al principio partimos de una hipótesis (con más o menos incertidumbre, dependiendo del análisis que hayamos hecho del mercado); sin embargo, las hipótesis se deben contrastar con hechos y hay que enfrentarse al «bautismo de fuego», es decir, enfrentarse cara a cara con el usuario y verificar que, realmente, nuestro producto es lo que necesitan o buscan.
Dicho de otra forma, con el producto mínimo viable debemos ser capaces de verificar que nuestro modelo de negocio tiene sentido, eso sí, con una particularidad importante: con el MVP debemos ser capaces de aprender, medir y recoger el feedback de los usuarios para que podamos procesar toda es una información y revertirla en una mejora del producto (o un reenfoque del mismo).
Además, este test tenemos que hacerlo rápidamente, no tiene sentido dilatar el desarrollo del MVP durante meses o, incluso, años; tenemos que llegar al mercado rápidamente con un producto que podamos desarrollar sin demasiada inversión y que, además, ofrezca las funcionalidades esenciales de nuestro producto.
En definitiva, hay que dar el salto al mercado con algo que, aunque solamente recoja el 20% de las funcionalidades que nos habíamos marcado, sea capaz de satisfacer las demandas de los usuarios el 80% del tiempo.
Con esto no quiero decir que sea un producto con 4 funcionalidades básicas y nada más; el MVP recoge las funcionalidades core y, además, debe ser algo usable, atractivo y, por tanto, capaz de captar la atención del usuario.
El producto mínimo viable no es un producto definitivo o perfecto, irá mejorando y creciendo; pero, tomando como referencia la frase del inicio, el producto mínimo viable es algo hecho y eso, sin duda, es mucho mejor que algo perfecto.
Si estás familiarizado con el método Lean Startup de Eric Ries, el autor en su libro nos cuenta la historia de un desarrollo que lanzaron al mercado cuando estuvo perfectamente refinado y que, sin embargo, no lo usaba nadie. Se había lanzado un producto muy pulido que no estaba contrastado con lo que, realmente, buscaba el usuario; un fallo que, a día de hoy, se sigue cometiendo mucho porque las startups, a veces, sienten cierta vergüenza a la hora de lanzar un producto inacabado al mercado (y no entienden la importancia de la validación).
¿Tiene sentido invertir dinero y recursos en un producto que nadie compraría? La respuesta es simple: no tiene sentido. Precisamente, para evitar que invirtamos demasiado en algo que, quizás, necesite de ciertos ajustes (o una reenfoque completo), hay que «salir a la calle» y enfrentarse a ese aprendizaje que nos va a dar el cliente.
Hay una frase de Borja Breña que creo que ilustra muy bien el «poder que tiene el cliente» y que nos muestra la importancia de validar nuestro producto mínimo viable:
«El cliente es estúpido pero tiene la razón»
La frase, que tiene cierta similitud con la máxima de El Corte Inglés que dice que «el cliente siempre tiene la razón», muestra muy bien el aprendizaje a extraer de la validación del MVP. El cliente, desde la perspectiva de la startup, puede parecer idiota al no valorar la tecnología que hay detrás de un producto o las mil funcionalidades que hemos diseñado para él.
Es posible que se haya fijado en un 2% del producto y no se haya percatado del otro 98%; sin embargo, si solamente usa ese 2% y descarta el 98% restante, aunque pensemos que no tiene ni idea, el usuario final nos ha hablado y, aunque no nos guste, lleva la razón: ese 98% no aporta valor y, por tanto, «lo que no suma, resta».
Un producto mínimo viable, además de ofrecernos información de los usuarios y la posibilidad de ir mejorando nuestro producto con cada iteración, nos permite captar tracción; es decir, es el puente a esa masa de usuarios que usan nuestro producto o nuestro servicio.
Validando nuestro producto mínimo viable
El MVP responde a una pregunta clave: ¿compraría el cliente mi producto? Si la respuesta es sí, parece que vamos por el camino de conseguir cierta tracción; si la respuesta es negativa, quizás haya que replantearse las cosas pero, al menos, hemos salido a validar nuestras hipótesis y siempre sacaremos una lección.
¿Y cómo podemos validar nuestro producto mínimo viable? Miguel Macías resume muy bien en Advenio el proceso de validación del MVP y algunas clases de MVP que podemos tener en cuenta a la hora de validar el MVP de nuestra startup.
Una pre-compra, un registro para solicitar la participación en una beta privada, una campaña de crowdfunding o un focus group con early adopters son algunas formas de validar un producto mínimo viable y evaluar el interés que suscita nuestro producto e, incluso, obtener un feedback real de los usuarios que nos permita mejorar el producto cara a una comercialización masiva.
Desde la comodidad de la oficina pensando en el producto que nos gusta a nosotros, difícilmente vamos a aprender qué es lo que quiere el usuario.
Hay que perder el miedo a las críticas o a que el producto no guste al 100%, hay que salir a la calle y captar usuarios con los que probar nuestro producto mínimo viable y, lo más importante, hay que aprender del cliente y canalizar toda esa información que nos va a aportar para revertirla en nuestro producto.
Imágenes: visualpun.ch, Eric delcroix, Betsy Weber y Lynne Cazaly
[…] eso ponemos el foco en el producto mínimo viable para poder validar, recibir feedback, realizar un desarrollo iterativo y potenciar lo que […]