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Las malas decisiones empresariales

Echar la vista atrás y analizar las cosas con perspectiva siempre es muy bueno, sobre todo para una empresa o una startup tecnológica. Analizar cómo hemos presentado nuestra empresa ante inversores o potenciales socios y obtener feedback nos puede ayudar a mejorar nuestro discurso o depurar nuestro modelo de negocio. En el mundo empresarial, vivimos en un proceso continuo de aprendizaje y cada encuentro o reunión es un tren que no podemos dejar escapar y hay que aprovechar adecuadamente.

Aunque pueda parecer un tópico, la realidad de la empresa es así. Hay trenes que solamente pasan una vez en la vida y si no somos capaces de aprovechar las oportunidades que se nos presentan, es posible que nuestra empresa se resienta e, incluso, pueda terminar precipitándose al abismo.

Está claro que analizar las cosas, una vez que ocurren, es mucho más fácil. Ojalá todos tuviésemos esa «bola de cristal» para predecir el futuro y, por ejemplo, saber si, dentro de un proceso de valoración de ideas negocio, estamos delante del próximo Facebook (y evitar descartar dicha idea que, a primera vista, no le vemos potencial); sin embargo, esa bola no existe, es una mezcla de oportunidad, instinto, experiencia y, quizás, tener la mente abierta y escuchar bien a esa persona que tenemos al otro lado de la mesa de reuniones.

En el sector de la tecnología podemos ver empresas que han acumulado muchos éxitos y también muchos **fracasos. De hecho, la historia nos ha mostrado que grandes empresas terminaron hundiéndose por malas decisiones o por obcecarse en una visión que el resto del mundo no compartía (o por lanzar al mercado un producto que, realmente, nadie necesitaba).

Precisamente, esta semana he publicado en Diario Turing un artículo que habla de una mala decisión que, sin duda, hizo cambiar el panorama del sector del software en el ámbito de los ordenadores personales. A día de hoy, casi el 80% de los equipos de escritorio usan alguna versión de sistema operativo Windows (desde XP a Windows 8.1); Microsoft conserva una hegemonía en el PC que consiguió entre 1980 y 1981 gracias a una mala decisión y una mala negociación del que, por aquel entonces, era el «rey» en los sistemas operativos para computadoras personales: Gary Kildall.

Gary Kildall  y las malas decisiones

A principios de los años 80, la empresa de Gary Kildall, Digital Research, era la proveedora del sistema operativo CP/M; un sistema operativo que era usado por la mayoría de computadores personales de la época (como el IMSAI 8080, la computadora que usaba Matthew Broderick en la película Juegos de Guerra). En 1980, IBM puso en marcha del proyecto del IBM PC y CP/M era una buena opción pero, cuando IBM se sentó a negociar con Digital Research, no hubo entendimiento y las relaciones se rompieron.

IBM, que tenía prisa, llamó a la puerta de Microsoft y Bill Gates aprovechó la oportunidad rápidamente y prometió algo que no tenía: un sistema operativo mejor que CP/M. En un movimiento audaz, Microsoft compró el QDOS a Tim Paterson por 50.000 dólares de la época y, curiosamente, este sistema operativo era una copia del CP/M de Digital Research. Además de conseguir el sistema operativo, Microsoft hizo un movimiento clave que aún mantiene: IBM pagaría por cada licencia instalada de MS-DOS y, además, Microsoft podría vender este sistema a otros fabricantes (lo cual hizo al resto de fabricantes que se lanzaron a realizar clónicos del IBM PC).

Lo que pasó después es más que conocido, Microsoft barrió a Digital Research del mercado y la empresa terminó diluyéndose (hasta ser comprada por Novell en 1991). Bill Gates y Paul Allen catapultaron la, por entonces, desconocida compañía de Redmond hasta convertirse en la empresa presente en prácticamente la totalidad de equipos de escritorio del planeta (una situación que, a día de hoy, aún se sigue manteniendo con su 80% de cuota de mercado).

Seguramente, la historia de Gary Kildall e IBM es una de las malas decisiones empresariales más conocidas dentro del sector de la tecnología; sin embargo, no es la única. En los años 90, durante los primeros años de la explosión de Internet, los buscadores que dominaban en el mercado eran Altavista y Yahoo!, el gran Google ni tan siquiera existía, no era más que una idea que rondaba por la cabeza de dos estudiantes de doctorado de la Universidad de Stanford: Larry Page y Sergey Brin.

En el año 1998, Larry y Sergey se acercaron a Altavista con la idea de hablarles de una idea que habían desarrollado: el PageRank (el pilar sobre el que se sustenta el algoritmo de búsqueda de Google). Durante una cena en un restaurante de Palo Alto, los fundadores de Google se reunieron con Paul Flaherty (uno de los fundadores de Altavista) con el objetivo de buscar financiación para su proyecto y encontrar en Altavista un partner que les ayudase económicamente con su investigación en Stanford a cambio de que el buscador integrase la tecnología que desarrollaban.

Malas decisiones empresariales - Altavista

Altavista era, en ese momento, el buscador más utilizado por los usuarios y, por tanto, gozaba de una posición dominante. Con este contexto, el directivo de Altavista se mostró bastante altivo y alardeó de la potencia de su buscador, de la cantidad de páginas web que tenían indexadas y de la velocidad de respuesta ante búsquedas. Más que indexar páginas en una gran base de datos, el enfoque de los fundadores de Google era distinto; el PageRank se basaba en la relevancia, es decir, en los enlaces que apuntaban hacia un sitio web (una idea que a Paul Flaherty le gustó y prometió considerar).

Cuando volvió a su compañía, Paul Flaherty expuso la propuesta de Larry Page y Sergey Brin; sin embargo, el equipo de Altavista no estaba dispuesto a dejar en manos de uno «extraños» parte de su servicio. En 1998, integrar servicios de terceros no era nada habitual (al contrario de lo que sucede ahora); por tanto, Altavista no estaba dispuesta a integrar algo que no procedía de su departamento de I+D.

Altavista dijo «no» a Larry Page y Sergei Brin; ambos siguieron su ronda de contactos y llamaron a las puertas de Yahoo! donde tampoco encontraron un aliado. Finalmente, Larry y Sergey decidieron emprender ellos mismos su propia aventura empresarial y acabaron fundando Google (y bueno, creo que todos conocemos el impacto de Google, el cierre de Altavista y la complicada situación en la que ha llegado a estar Yahoo!).

Pasados unos años, todos tenemos claro que fueron malas decisiones empresariales. Quizás, si estuviésemos en la situación de Gary Kildall o Paul Flaherty, nos habría sido complicado ver que nos encontrábamos ante momentos clave para nuestras respectivas compañías. En el caso de Altavista, tener la mente algo más abierta les podría haber servido para ver el gran potencial de Larry Page y Sergey Brin y, en el caso de Kildall, ver a IBM como un socio más que como un cliente al que venderle licencias, podría haberles llevado a mantener ese trono que hoy ocupa Microsoft.

Imágenes: Jeff Hester, John R. Pierce, Desiree Catani

Publicado enEmpresasStartupsTecnología

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