Hay un artículo de Aaron Harris, partner en Y Combinator, que me gusta mucho recomendar a los socios fundadores de las startups con las que trabajo porque, en cierta medida, habla del peligro de la soberbia.
El artículo se llama «I and We». Una potente reflexión sobre el necesario equilibrio entre el ego y la modestia del fundador de una compañía. Es decir, el equilibrio necesario entre la iniciativa para poner en marcha un negocio y, además, saber generar cultura y equipo.
Decía Harris en el arranque de su artículo que «poner en marcha un negocio, en gran medida, es un acto de ego».
Esta frase no tiene una connotación negativa, expresa la importancia de la iniciativa en el fundador de una compañía, sus ganas de querer poner en marcha algo nuevo. De ahí a que la primera parte del título del artículo sea «I», es decir, «yo».
Sin embargo, el paso de una idea a un negocio no se apoya únicamente en la iniciativa emprendedora. Cómo hacemos las cosas es importante y, por supuesto, de quién nos rodeamos para ponerlas en marcha.
Dicho de otra forma, el «acto de ego» no es un problema si somos capaces de generar equipo. Precisamente, el «We» (nosotros) es la segunda parte del título del artículo porque sin equipo no vamos a poder llegar muy lejos.
Los síntomas de la soberbia en una startup
De vez en cuando me gusta recordar este artículo de 2015. Siempre te encuentras con fundadores que terminan negando el entorno que les rodea, básicamente, por un acto de soberbia.
El amigo José Luis Antúnez hablaba en Medium de este problema en 2014 y, la verdad, es que seguimos encontrando startups que no van a crecer porque sus fundadores no quieren escuchar.
Y es que la capacidad de escucha es clave en una startup, hay que procesar el el feedback que nos llega de nuestros clientes, nuestros colaboradores o, en el caso de pasar por una aceleradora, de los mentores.
¿Y para qué sirve este feedback? Para mejorar nuestro negocio o, mejor dicho, para transformar una idea en un negocio que sea rentable y sostenible.
El founder soberbio no aplica la metodología Lean Startup. Suele diseñar un modelo de negocio y lo ejecuta sin realizar validaciones de hipótesis o hacer experimentos. Si el modelo no funciona, directamente lo cambia sin buscar explicación de por qué no funcionó el anterior o buscar el feedback de sus usuarios.
Un founder que peca de soberbia no escucha, cree que lo sabe todo, considera que nadie le puede aportar nada, menosprecia al mercado, a los clientes y a cualquiera que intenta aportar ideas, contactos o experiencia.
No son buenos gestores de equipos, buscan que cumplan horas y ejecuten tareas, no admiten la iniciativa o las ideas y, por supuesto, no fomentan el desarrollo de habilidades. Por tanto, es una organización piramidal en la que la palabra equipo, normalmente, se sustituye por las palabras recursos, empleados o becarios.
¿Y esto es un problema? Yo diría que sí. La soberbia puede terminar matando la empresa porque el founder terminará alejando a su equipo, se quedará solo y sin apoyos y, lo más importante, nunca entenderá a su cliente porque no le escucha. ¿El resultado de todo esto? Una startup que termina abocada al cierre.
¿Tiene cura la soberbia?
La verdad es que no me atrevo a afirmar que la soberbia tenga cura, ojalá que sí que la tenga. Lo que sí que tengo claro es que es algo que podemos evitar o, al menos, controlar con el equilibrio que comentaba Aaron Harris en su artículo.
Una startup no es nada sin su equipo, de hecho, todos los inversores ponen el foco en el equipo a la hora de analizar una operación. ¿El equipo clave es socio de la empresa? ¿Cómo se retiene el talento? ¿Qué capacidades y habilidades tiene el equipo?
Equipo es una palabra clave, nada de empleados, becarios o recursos. Un buen founder sabe que si quiere hacer algo grande se debe rodear de un equipo que le complemente y que, además, sea mucho mejor que él.
Hay que saber escuchar y canalizar el feedback que nos llega.
Puedes pensar que el cliente es estúpido por no apreciar la tecnología que le estás poniendo por delante pero, como se dice en Mercadona, el cliente es el jefe y es el que manda. Hay que aprovechar la tecnología para recoger feedback, validar hipótesis y construir productos de manera incremental conforme vayamos validando cosas.
Estoy convencido que todo el mundo tiene algo que aportarnos. Si decides entrar en una aceleradora es porque crees que sus mentores y sus contactos pueden aportar valor a tu negocio. Si no piensas así, ¿tiene sentido que entres en una? ¿vale la pena entrar para construirte un muro y no querer aprovechar las oportunidades que se te presentan?
Hace algunos meses, en un descanso de las clases del MBA, me preguntaba un profesor que cuáles eran las startups más complicadas con las que me había topado.
La respuesta le pilló desprevenido porque le dije que las «startups más complicadas» eran las empresas con socios que habían estudiado en escuelas de negocio. ¿Y por qué mi respuesta? Porque, por mi experiencia, son perfiles que tendían a escuchan poco y creían que, tras cursar el programa, lo sabían todo.
En mi opinión, pasar por una escuela de negocio te brinda una muy buena base y, además, desarrolla tu curiosidad y tus ganas de aprender y emprender. También debería ayudarte a tener mayor capacidad de escucha y contraste de opiniones, sin embargo, hay veces que genera lo contrario (y eso es un problema cuando ocurre).
Como conclusión, creo que podemos decir que para evitar la soberbia, uno debe compensar su ego con modestia, humildad y, sobre todo, generosidad:
- Modestia porque el éxito de nuestro negocio no depende únicamente de nosotros, nuestro equipo tiene mucho que decir al respecto.
- Humildad porque no lo sabemos todo. No tenemos esa bola de cristal que nos ofrece con claridad modelos de negocio que funcionan a la primera. Nos vamos a equivocar y podemos reorientar las cosas si escuchamos a los que nos rodean: clientes, mentores, advisors, nuestro equipo…
- Generosidad porque si nuestra empresa marcha bien es gracias a un equipo que debemos cuidar, fidelizar y retener. ¿Sirve de algo tener el 100% de una empresa que es un zombie? ¿No sería mejor tener algo menos y vincular a nuestro equipo clave haciéndolos partícipes de la empresa? Las stock options se inventaron para retener, precisamente, al talento.
Dicen que para viajar rápido es mejor ir solo. Sin embargo, para llegar lejos es mejor ir acompañado.
Por tanto, si quieres que tu startup llegue lejos, cuida a tu equipo y piensa en todo lo que éste te puede aportar y todo lo que puedes aprender de tu entorno y de tus clientes.
Imágenes: Chris Guillebeau (Flickr), adam berk (Flickr) y Startup Mena (Flickr)
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