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Sábado cultural

Acabo de llegar a casa después de pasar una agradable tarde disfrutando por las calles de Sevilla, de hecho, para culminar el día, están pasando en TCM «Encuentros en la tercera fase«, una de mis películas de sci-fi favoritas.

La tarde comenzó encontrando un sitio en el que aparcar el coche en la calle Torneo, un hecho cada vez más complicado, máxime en sábado por la tarde. Después del estacionamiento del vehículo me dirigí hacia el Museo de Bellas Artes de Sevilla, un lugar que hacía tiempo que no visitaba y me apetecía mucho pasarme la tarde disfrutando de unas buenas obras de arte.

Como valor añadido a la colección permanente del Museo, hasta el 30 de Marzo, podemos ver una exposición dedicada a Doménikos Theotokópoulos, es decir, El Greco. Afortunadamente para nosotros, el Museo del Greco de Toledo está en obras, con lo que las obras que allí se exponen se han repartido en diferentes exposiciones temporales a lo largo y ancho de la geografía española. Si bien la muestra me ha sabido a poco, vale la pena su visita (y si se puede repetir, mejor que mejor).

La colección permantente del museo y el propio edificio son algo a destacar. El Museo está en la plaza del mismo nombre, ocupando el antiguo Convento de la Merced Calzada fundado por San Pedro Nolasco en unos terrenos cedidos por Fernando III tras conquistar Sevilla en 1248.

Ha sido una pena que la sala dedicada a Murillo estuviese cerrada, la verdad es que es una de las mejores salas de todo el museo, puesto que ocupa la iglesia del antiguo monasterio, pero bueno, ver obras como el San Jerónimo de Pietro Torrigiano, obra datada en 1525, hacen que la visita merezca la pena.

Para rematar la tarde, tras una breve parada por la Iglesia de San Marcos (una maravilla de estilo gótico-mudéjar que data del siglo XIV) y un paseo por la Calle San Luis (que tantos recuerdos de infancia trae a mi mente), he asistido a la representación del «Don Juan Tenorio» de José Zorrilla. La obra se representa en un marco incomparable, la Iglesia de San Luis de los Franceses, una obra maestra del barroco sevillano construida entre 1699 y 1730.

En la ciudad de Sevilla, Don Juan Tenorio ha hecho una apuesta con Don Luis Mejía, consistente en saber quien de los dos ha tenido mejor fortuna obrando de peores maneras. Tras comprobar que ambos han realizado el mismo número de fechorías, se hace un nueva envite: Don Juan tendrá que conquistar el amor de una novicia y una doncella en vísperas de matrimonio.

La obra la representa la Compañía de Teatro Clásico de Sevilla, con una interpretación que traslada al espectador a la Sevilla de Don Juan, una ciudad de burladores y truhanes que engatusan a las damas por el mero deporte de la consquista. La obra se representa de Martes a Sábado hasta el 15 de Marzo, cuesta 12 € (10€ si eres estudiante) y creo que son las mejores dos horas que he pasado en mucho tiempo.

«Cálmate, pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento
la triste cárcel sombría.

¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?

Esta aura que vaga llena
de los sencillos olores
de las campesinas flores
que brota esa orilla amena;
esa agua limpia y serena
que atraviesa sin temor
la barca del pescador
que espera cantando el día,
¿no es cierto, paloma mía,
que está respirando amor?

Esa armonía que el viento
recoge entre esos millares
de floridos olivares,
que agita con manso aliento;
ese dulcísimo acento
con que trina el ruiseñor
de sus copas morador,
llamando al cercano día,
¿no es verdad, gacela mía,
que están respirando amor?

Y estas palabras que están
filtrando insensiblemente
tu corazón, ya pendiente
de los labios de don Juan,
y cuyas ideas van
inflamando en su interior
un fuego germinador
no encendido todavía,
¿no es verdad, estrella mía,
que están respirando amor?

Y esas dos líquidas perlas
que se desprenden tranquilas
de tus radiantes pupilas
convidándome a beberlas,
evaporarse a no verlas
de sí mismas al calor,
y ese encendido rubor
que en tu semblante no había,
¿no es verdad, hermosa mía,
que están respirando amor?

¡ Oh ! Sí, bellísima Inés,
espejo y luz de mis ojos,
escucharme sin enojos
como lo haces, amor es;
mira aquí a tus plantas, pues,
todo el altivo rigor
de este corazón traidor
que rendirse no creía,
adorando, vida mía,
la esclavitud de tu amor»

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